Cuando
el negro se hace dueño de las horas,
cuando
vuelvo al seno,
cuando
sólo siento el cobijo amante,
solitario
de la manta.
Cuando
la calma de pensamientos
se
convierten en torbellinos,
cuando
aparecen imágenes
sin
ser llamadas.
Cuando
deseo hacerme interrogantes,
y,
cuando
el huracán de mis respuestas,
me
da bofetadas en la cara,
acude
el amargo silencio.
Cuando
deseo que el abandono
de
mis recuerdos
se
haga en mi presente,
que
mi yo roto,
se
recomponga
sin
la cercanía
de
mi propia zozobra.
Cuando
abre el día,
más tarde,
siempre
queda,
la
sonrisa mentirosa
en
mis labios.