Ayer, te enterré.
Hoy tengo el cuerpo
dolorido
y el corazón ajado
lleno de mariposas
naranjas.
Ayer, te enterré y no me
duele nada,
quizás, extrañe tus
manos calmas,
y tus caricias
apaciguadoras
de volcán en medio del
arrecife.
Ayer, te enterré de esa
forma extraña,
y no siento tristeza,
ya no estás en mi
entrañas
ni mi corazón palpita
con desesperanza.
Ayer, te enterré
y para tu sepelio,
compré flores de ningún
jardín robadas.
Hace tiempo me desenterré
y para ti ya soy,
ondas en el agua.
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